martes, 25 de agosto de 2009

NOTICIA ECONÒMICA

Una pésima realidad

Malas, muy malas, resultaron ser las cifras sobre pobreza e indigencia dadas a conocer ayer por la Misión para el Empalme de las Series de Empleo, Pobreza y Desigualdad, convocada por el Dane hace varios meses. El objetivo del grupo de expertos no era otro que el de volver comparables las metodologías de dos mediciones diferentes, pues hasta junio de 2006 los cálculos se hicieron con base en la Encuesta Continua de Hogares y a partir de esa fecha se adoptó la Gran Encuesta Integrada de Hogares.

Aunque esa diferencia puede parecer semántica, las muestras en cada caso eran diferentes y era necesario hacer un esfuerzo para compatibilizar los resultados.
Debido a ello, Colombia estaba a oscuras en esta materia, algo que resultaba intolerable en una nación con tantas carencias.

En consecuencia, los resultados del trabajo dieron una primera foto. Según el comunicado oficial "las series empalmadas y actualizadas de pobreza e indigencia muestran una reducción sistemática.
La pobreza a nivel nacional se redujo 7 puntos porcentuales entre 2002 y 2008 (de 53,7 a 46 por ciento) mientras que la indigencia nacional se redujo 2 puntos en el mismo periodo (de 19,7 en 2002 a 17,8 por ciento en 2008)". El problema es que dicha foto se parece mucho a la que el mismo Gobierno presentó hace unos años, pero relativa al 2005.

En esa ocasión el índice de pobreza (población que tiene menos de dos dólares de ingreso diario) se había calculado en 46,8 por ciento y la indigencia en 18,2 por ciento (menos de un dólar al día). No obstante, hay que aclarar que en la información que se dio a conocer ayer el dato para el año mencionado fue de 50,3 y 15,7 por ciento respectivamente.¿Quiere decir eso que las cifras que se habían aceptado como verdaderas desde entonces ya no lo son? Así es. Las razones son técnicas y complejas de explicar, pero sin duda darán ocasión a un intenso debate político. No faltará quien diga, por ejemplo, que el Ejecutivo trató de maquillar la realidad y que esta era peor de lo que se decía.Pero independientemente de esa discusión, hay otros elementos que hay que tener en cuenta.
El primero es que el avance logrado es relativamente modesto. De acuerdo con estimaciones de la Cepal, entre 2002 y 2007 la pobreza en América Latina descendió en 10 puntos porcentuales y la indigencia en más casi 7, con lo cual Colombia tuvo una mejora inferior que los demás. Por otra parte las tasas logradas fueron de 34,1 y 12,6 por ciento, respectivamente, muy por debajo de las estimadas para el país.Como si lo anterior no fuera suficiente, y volviendo a lo dicho por la Misión de Empalme, la indigencia lejos de disminuir, aumentó en más de dos puntos porcentuales entre 2005 y 2008. Ese deterioro es francamente aberrante si se tiene en cuenta que el periodo mencionado fue uno de los de mayor crecimiento para la economía nacional, por lo menos desde que se llevan estadísticas. En este caso, la causa de lo sucedido fue el mal desempeño fuera de las cabeceras municipales, con lo cual se podría decir que la prosperidad no llegó definitivamente al campo. Para dejarlo en claro, dos de cada tres colombianos en las zonas rurales se consideran como pobres y uno de cada tres como indigentes, una proporción verdaderamente escandalosa.

¿Fallaron las políticas adoptadas o simplemente hay una mejor observación de una realidad que ya era preocupante? Esa es una definición que se les debe dejar a los estudiosos, aunque es seguros que los políticos meterán baza en el asunto.

Por ahora es llamativo que el inmenso esfuerzo presupuestal que se ha hecho en materia de gasto social y en el impulso de programas ambiciosos como Familias en Acción parecería no haber dado los resultados esperados. Además es inquietante que la distribución del ingreso, que ya era una de las peores de América Latina, se haya deteriorado ligeramente en el periodo de análisis.Bajo tales resultados, lo que queda por hacer es descomunal. Aparte de que casi la mitad de los colombianos se encuentra por debajo de la línea de pobreza, hay que redoblar los esfuerzos para extirpar la miseria, que no solo condena al atraso a millones de personas, sino que sirve de caldo de cultivo para alimentar problemas que, al mismo tiempo son causa y efecto de una realidad sencillamente inaceptable.

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